viernes, 27 de diciembre de 2013

El nacimiento de Andrés

        Artículo completo en elpartoesnuestro.es


Por María López de Hierro

Le miro mientras sonríe ensimismado a segundos de dormirse, le miro y le doy las gracias.



Antes de comenzar, contaros que antes de dar a luz era ya madre de una hermosa niña que vino al mundo de la peor manera. Estuvimos marcadas por un parto traumático en una clínica privada, una inducción en la semana 38 por motivos totalmente injustificados en un entorno rodeado de prisas, gritos, juicios de valor e injurias contra mi persona por “no saber parir”, una historia clínica (la cual solicité) incompleta, inconexa y plagada de falsedades. Un parto que fue un sinsentido y que marcó los meses venideros con un Trastorno de Estrés Postraumático hasta que un buen día, preparando el nacimiento de Andrés en una de mis clases de Hipnonacimiento, conseguí finalmente pasar página, centrarme y luchar con todas mis fuerzas por lo que estaba por llegar. Aun así, tenía una fuerte aversión hacia el entorno hospitalario, de modo que consideramos un parto en casa. Lo descartamos por motivos económicos, como tantas madres. Finalmente y tras el “peregrinaje hospitalario” por el que pasamos muchas, dimos con el Hospital de Torrejón. Aunque como veréis más adelante, no dio tiempo de disfrutar de sus magníficas instalaciones, aunque sí de la calidez humana y la profesionalidad de todas y cada una de las personas que se cruzaron con nosotros en lo que duró nuestra estancia.
Salía de cuentas el 14 de mayo y estábamos impacientes. Llevaba experimentando contracciones dolorosas aunque bastante irregulares desde la semana 39 y cada noche pensaba que ese sería el día. Pero no. Andrés se tomó su tiempo. Ya pasada la fecha mi doctora se empezó a impacientar y sobre nosotros planeaba la sombra de la inducción. Nos resistimos educadamente con un no rotundo cuando me sugirieron provocar el parto en la semana 41+3.
La mañana del 22 de mayo estuvimos en monitores, con contracciones muy intensas según la gráfica, aunque aún irregulares. Cuello borrado al 50% desde hacía una semana. No había evolución, no estaba de parto. Nos mandaron a casa con cita para tres días después.
La caminata a La Tagliatella esa noche fue épica: quisimos ponernos las botas y así lo hicimos. Pasta y peli, un buen plan para una embarazada que ya apenas se puede levantar sola del sofá (ni girar en la cama, ni entrar sola en la ducha… ¡y qué decir de cortarse las uñas de los pies!).
Pasé la hora y media que duró la película más pendiente de encajar las contracciones de la pelota al sofá y vuelta que de otra cosa. Pero esa mañana me habían dicho que no estaba aún para parir, de modo que aquello tenía que ponerse más crudo, tenía que doler más, supuse. Y ser regulares… importante. Además ese día justo me venía fatal, estaba muy, muy cansada. Simplemente, no me apetecía salir corriendo. Las infusiones de hojas de frambueso y la comida picante no habían dado resultado. Ni las caminatas, ni subir y bajar escaleras como si no hubiera mañana. Pero la intuición me había fallado y en los créditos de esa película que no logré seguir le pedí a mi pareja que avisase a mi madre para que viniera a cuidar de la mayor, Martina, que sorprendentemente dormía ajena a todo. Teníamos que salir corriendo a Torrejón, las contracciones habían cambiado. Las dos últimas que tuve en casa me hicieron lanzarme al suelo y cuando llegó mi madre se le desencajó la cara de verme de esa guisa. Pobre. Y yo acordándome de esa mujer que días antes había dado a luz en la Cibeles.

No me veía capaz de aguantar el trayecto, juro que pensé que mi hijo vendría al mundo en el ascensor del garaje, pero no.
Subimos al coche y aquello no cesaba. Las contracciones dolían muchísimo, eran muy seguidas, casi como si fuese una sola. Hasta que comprendí que debía dejarme llevar y no luchar. Opté por sentirlas al máximo y automáticamente aterricé en el “planeta parto”. Pasé la segunda mitad del trayecto bailando al son de cada contracción, de cada ola, felizmente ajena a todo lo demás. Y llegamos al hospital. Bajar del coche fue una heroicidad. Tuve que apresurarme dejando a mi pareja atrás porque en esos momentos la meta era no dar a luz delante del mostrador. En silla de ruedas me subieron a la sala de exploración, que no estaba precisamente cerca. Me recuerdo retorciéndome y el celador pidiéndome que hablara. Como si en esos momentos me apeteciese dar el parte del día. Fue llegar a la sala y saltar literalmente de la silla para hacerme un ovillo en el último rincón que alcancé a ver. Las matronas me ayudaron a desvestirme y bajaron las luces. Nada de tactos, nada de vías ni de toma de tensión. No había ni tiempo ni necesidad.
Calor. Necesitaba agua. Me ofrecieron una botella que me eché por encima. En ningún momento dije que quisiese agua para beber. Necesitaba refrescarme para poder continuar. Y la matrona y la Auxiliar, verdaderos ángeles (Gracias Pilar, gracias Elena) atónitas ante lo que estaban viendo desde su lugar, sin intervenir (o al menos sin que yo me diera cuenta). De pronto rompí aguas, fue exactamente como dicen: como si estallase un globo de agua en el interior. Alivio.
Yo seguía loca de endorfinas, ajena a todo lo que me rodeaba y segura. Más que eso, poderosa, a pesar del historial. Loba, sacerdotisa, primitiva, salvaje, diosa, mujer. De rodillas, agarrada a las patas de una silla comencé a notar como mi niño descendía por el canal del parto. Ningún dolor. Y entonces mi pareja se sentó y me prestó sus brazos para seguir con la tarea. Fue muy sencillo: soplé al ritmo al que mi hijo se abría paso, despacio, en armonía. El tándem perfecto. La naturaleza nos dirigía y nosotros nos dejábamos hacer, tranquilos. No grité ni gemí, o eso me contaron.
La matrona me susurró que iban a comprobar cómo iba la cosa, pero les dije que ya estaba a punto de salir. Recuerdo exclamar emocionada “¡Ya está aquí!” Y segundos después, asomó su cabecita. Retomé fuerzas con una inspiración y al poco salió el resto del cuerpo, resbaladizo y templado, rezumando vida. Mi hijo.
Acurrucados los dos en penumbra, envueltos en sendas toallas, no daba crédito a la maravilla que acababa de experimentar. Andrés estuvo en mis brazos desde el primer momento. No lloró, no lo necesitaba. Nos trasladaron entonces a la sala de dilatación y parto, donde mi pareja le cortó el cordón una vez dejó de latir y donde en teoría, tendría que haberse desarrollado todo. También me cosieron un desgarro en grado II sin importancia que cicatrizó rapidísimo a los pocos días y sin dolor. Andrés quiso nacer con un brazo por delante, el muy valiente.
En esos 15 minutos que duró el nacimiento de mi hijo estuvieron presentes todas las mujeres de éste mundo a lo largo de la historia, desde la primera a la última. Comprendí la esencia y disfruté ese regalo que la naturaleza nos ha dado. 15 minutos llenos de sentido y de una intensa y sanadora luz que ahora, seis meses después, sigue brillando.
Y ahora, le miro mientras sonríe ensimismado a segundos de dormirse. Le miro y le doy las gracias.

martes, 17 de diciembre de 2013

Un lugar para madres

                                                 www.unlugarparamadres.blogspot.com


Si quieres más información, o ver los horarios en Barcelona y Girona,  pincha aqui



Y próximamente Novedades....

Bethany Webster : Taller "Sanar la herida de la madre". Coincidiendo con su gira por España, Bethany hará parada en Valladolid el 2 de Marzo de 2014. Proximamente enviaremos más información.

Y también...

Grupo de prácticas de Comunicación no violenta en Valladolid- para aquellas personas que hayan tenido algún contacto con la CNV. Más información aqui

Date un respiro edición invierno: 3 tardes en el primer trimestre de 2014

También hay la posibilidad de organizar talleres "a la carta" de embarazo consciente, posparto, maternidad, comunicación, gestión del estrés.
Y como siempre seguimos atendiendo consultas de psicoterapia individual




Nuevo taller embarazo y parto consciente


Para parejas que esperan su primer hijo y sucesivos


Un espacio cálido, cuidado y especial para crear un buen equipo madre-padre-bebé, conocer recursos que te pueden ayudar en el parto y el posparto, para descubrir qué es lo que realmente necesitas saber para dar a luz

A través del laberinto, las prácticas multisensoriales, el viaje de la heroina, lo artístico, los espacios de pareja, la música, las explicaciones vivenciales...

Una preparación diferente, nutritiva e inspiradora...
Dos sábados28 de Diciembre y 4 de Enero en Red de Mar (Valladolid)


Si quieres más información, pincha aquí

Taller y charla con Marga Iñiguez



Si el año pasado te perdiste el taller de Marga Iñiguez, Formadora internacional en Creatividad, asesora pedagógica de RTVE durante 13 años creadora de Espinete, (La Bola de Cristal, La Cometa Blanca, Barrio Sésamo, etc), este año vuelve de nuevo a Red de Mar.

Taller vivencial el fin de semana 25 y 26 de Enero de 2014

 
Visita su web para saber algo más sobre Marga Iñiguez AQUI

jueves, 12 de diciembre de 2013

¡Ha nacido un gorila!

                                Artículo sacado de la web http://elpartoesnuestro.es




En estos días ha nacido un nuevo gorila en el Parque de la Naturaleza de Cabárceno (Cantabria).
Me ha sorprendido una entrevista al jefe de veterinarios del parque (“Esto me suena”, en la 4ª hora. El podcast para escuchar la entrevista completa, que comienza en el minuto 25 y dura unos 8 minutos, aquí. A la pregunta de si ha nacido un macho o una hembra, la respuesta ha sido "no lo sabemos, la madre le tiene mucho cariño, le tiene abrazado contra su pecho y entonces no hay manera de ver qué sexo es".
Al parecer, no tratan de separar a la cría de la madre así que no saben el sexo, ni el peso de la criatura, ni le han hecho ningún control ni vacunación. Sólo les están observando, viendo lo bien que se agarra el bebé a la madre, viendo que ella lo coge y lo trata bien, constatando que mama más o menos cada dos horas... Ya verán si es macho o hembra cuando dé la vuelta al bebé y lo muestre.

El locutor ha dado por hecho que cualquiera le quita a un gorila su bebé, que se pondría hecha una furia. Pero el veterinario ha replicado que no sólo es eso, que si tuvieran que intervenir, sedarían a la madre para acceder al bebé, pero que es tan grande el impacto que generarían tanto en el bebé como en la madre y en el resto de la manada, que ni se les ocurre separarles. Pero es que la madre, en las primeras 24 horas no ha soltado al bebé en ningún momento “y eso es lo mejor que puede pasar, significa que tanto la madre como la cría están muy bien”. Ante la pregunta del locutor de “cuánto tiempo tiene que pasar para poder acercarse al bebé y ver que todo va bien”, el veterinario contesta que “ellos esperan que eso no pase nunca, que todo vaya bien y no tengan que intervenir”. Les hacen una revisión más adelante, pero “la cría sufre mucho cuando es separada de su madre”.
¿Y el parto? El parto ha sido rapidísimo, apenas se han dado cuenta. La gorila ha elegido dónde parir, que ha sido en la zona exterior y a la vista de los visitantes, y ha sido rápido "cuando el parto es así de rápido es que ha sido fácil para ella".
Es el segundo hijo de esta gorila. El primero lo tuvo muy joven y murió en un desgraciado accidente a los pocos días de nacer porque su madre cayó sobre el bebé en uno de sus movimientos. Ahora, comenta el director, esperan que sea diferente. Hace unos meses también nació otro gorila en el recinto y la madre ha podido ver cómo se cuida un bebé, cómo lo lleva otra madre, cómo mama… ha resaltado la importancia de la tribu, de cómo aprenden los gorilas los comportamientos mediante la observación de otros ejemplares.
En otro medio de comunicación leemos que cuando tuvo su primer hijo, esta madre gorila apenas tenía 6 años, muy joven, de hecho había estado mamando hasta los 4 años así que apenas había dejado el pecho y se había quedado embarazada. Ahora la nueva mamá es algo más mayor y ha podido aprender cómo cuidar a su bebé.
Se sacan tantas conclusiones de este nacimiento…
Me pregunto por qué no se da a la especie humana este trato exquisito otorgado a un gorila nacido en cautividad. Por qué no se nos observa, simplemente, por si algo va mal durante el parto, durante los primeros días del nacimiento de nuestros bebés, por qué no tenemos esa cultura de tribu para observar cómo se hacen las cosas y aprender, para defendernos unos a otros. Se ha conseguido que muchos hospitales no separen al bebé de la madre durante las primeras horas, pero hay muchísimos otros hospitales donde el nacimiento no es así, donde el bebé es llevado a pesar, a medir, a limpiar, a un nido, a mil cosas, mientras la madre, que no es una mamá gorila, espera que se lo devuelvan y a veces lo ve como lo más normal. La madre no es una enorme mamá gorila a la que da miedo quitar a su bebé, que se va a poner a chillar y a perseguir al que ose coger al bebé para pesarlo o simplemente para ver qué sexo tiene; la madre no  tiene a su alrededor una tribu de gorilas que chillarán y atacarán al veterinario que se atreva a acercarse a ese bebé. No sé en qué momento hemos perdido ese instinto de fiera que seguro que teníamos hace muchos milenios, pero no nos vendría mal en algún momento. El problema es que quien nos separa del bebé no es alguien de otra especie, es de la nuestra y lleva bata blanca/azul/verde, lo que no nos hace ni siquiera plantearnos ninguno de sus movimientos. Ojo, no digo que el de la bata blanca/azul/verde no crea que hace lo mejor para el bebé, no lo trate de la mejor manera que sabe, con dulzura mientras lo pesa o lo lava, y lo devuelva lo antes posible a la madre. Lo que digo es que tenemos tan asimilado que es eso lo que hay que hacer que se nos ha olvidado cómo debíamos ser en origen, y que lo suyo sería que el protocolo de atención al recién nacido dijera que el profesional sanitario simplemente interviniera si viera que algo va mal.
Y si no, no. Ya habrá tiempo para pesar y lavar al bebé. Como con mamá gorila.